Por Mauricio Beltré
La enajenación de una considerable parte de los jóvenes aún neófitos en política deja evidenciado que el cambio generacional que tanto hemos ponderado no se gestó o gestará bien después de todo, debido a que muere ha destiempo por prácticas insalubres en el contexto político.
Yéndonos al pasado, para plantear mejor nuestra razón social y política, es necesario poner en conocimiento que la clase política consiguió evolucionar de manera endógeno, en otros términos, por lo producido al interior del sistema social que venimos conociendo desde el ajusticiamiento de Rafael L. Trujillo en el 1961.
Y que, de hecho, decido irme más allá con pensar y dictaminar que el resultado del fin de la dictadura misma fue producto de los cambios acumulativos en las estructuras sociales que finalmente cambiaron el conjunto de pensamientos del colectivo de aquella época, pero, dicho en otras palabras, es que cualquier sociedad con una generación empoderada puede marcar un precedente si así desean.
Ininterrumpidamente, hemos visto o leído como generaciones tras generaciones han marcado su legado, mediante el cual han transformado los constantes sucesos históricos, así como las condiciones socioeconómicas y políticas que cambiaron nuestra cotidianidad.
Tenemos algunos acontecimiento después del derrocamiento del Prof. Juan Bosch en septiembre del 1963 que iniciaron una concatenación de hechos que conllevaron al despertar juvenil y empoderamiento del mismo; como fue la masacre de estudiantes en la UASD el 9 de febrero de 1966, el asesinato de Amín Abel Hasbún el 24 de septiembre de 1970 y un caso peculiar como la subestimación del Dr. José Francisco Peña Gómez al entonces muy joven candidato presidencial por el partido morado y estrella amarilla el Dr. Leonel Fernández Reyna, por su entonces inexperiencia política, pero para sorpresa de muchos este se alzaría con la presidencia de la República para las elecciones del 1996, demostrando que la juventud podía imponerse sobre la experiencia, claro, si las circunstancias necesarias se daban.
La política dominicana, en su propia dinámica, desde 1996 ha seguido un largo proceso de desarrollo el cual no consideramos tan satisfactorio como lo esperado, debido a la utilización de mismos mecanismos que se podían dar como olvidados una vez seamos esta generación de jóvenes los que hayamos tomado el rumbo del nuevo hacer de la política contemporánea. Es execrable y hasta vergonzoso ver a jóvenes hacer la política con insultos innecesarios, enemistades premeditadas, apoyo a intereses partidarios por encima del pueblo, el búscate lo tuyo y yo lo mío, las compras de cédulas preconcebidas, la vociferación de palabras peyorativas y hasta la creación de estrategias estructuradas para destruir la moral de contrarios a ellos, es deleznable todo esto, pero es tan solo un pequeño decálogo de acciones que mantienen esta nueva generación de políticos, que a la gran mayoría de ellos, podemos asumirlos metafóricamente como “una cosecha casi perdida”.
¡Del dicho al hecho hay mucho trecho! Pero menos preparación, más ambición parece ser la premisa en muchos de los jóvenes políticos, porque queremos llegar sin importar las consecuencias, a cualquier costo, pero ¿y la preparación qué? ¿Así queremos ser políticos? ¿Servir al pueblo sin saber nuestro rol en la sociedad?… Defiendo la idea de seguir apostando al acondicionamiento necesaria de la juventud, que podamos ser representantes de las ideas propias y/o de un partido político (si es que pertenece a alguno) con suficiente altura de debate, que como nueva generación sigamos ideales, no a personas; así veremos una generación de políticos más pensantes y doliente del erario público. ¡Seamos los jóvenes que esta sociedad ha necesitado!
Y, para hacer este artículo de opinión aún más interesante, cerramos con la teoría del “Positivismo”, propuesta por Augusto Comte para tu libre interpretación: «El cambio social es resultado de un proceso evolutivo, en donde el pensamiento alcanza su madurez científica y la sociedad el progreso»