“Sed justos lo primero, si queréis ser felices».
Juan Pablo Duarte
Por Ricardo E. Decena Benítez.
La honestidad como valor tiene una importancia muy esencial y abarcador porque de él emergen o nacen muchos otros valores tales como: justica, honradez, la empatía, la solidaridad; entre otros. Dicho sea de paso, la honradez es definida por la Real Academia de la Lengua Española como rectitud de ánimo, integridad en el obrar, a la honestidad la señala como el ser decoroso, decente, recatado, pudoroso, razonable, justo, recto, honrado.
La honestidad está muy relacionada con el valor de la integridad y moldea nuestras acciones y conducta frente a la sociedad. Nos invita a vivir apegado a lo moral, a lo bueno y decoroso; así como la fe es necesaria para la espiritualidad, así también es y debe ser la honestidad para el buen obrar de todo ser humano. “El dolor que sufrimos nos hace sentir vivos, pero sentir el dolor de los demás nos hace más humanos”. (León Tolstoi)
La honestidad es un proyecto de fraternidad, donde tenemos la gran oportunidad de poner nuestras capacidades y potencialidades al servicio de los demás; es permanecer con una actitud de apertura, de acogida, estar siempre dispuesto a ser solidarios y generosos con los más necesitados.
La honestidad nos invita a permanecer fiel a Dios que es amor y a la vez nos motiva a vivir y dejarnos guiar por la máxima ley del amor: (Tratar a los demás como nos gustaría que nos traten y no hacer a los demás lo que no nos gusta que nos hagan). Dios que nos creó por amor desea que seamos condescendientes y tratemos con mucho amor y respeto a los demás, ya que solo el mundo podrá ser un mejor mundo en la medida en que crezca el amor y disminuyan: el odio, la guerra, el hambre y la globalización de la indiferencia, el apego desenfrenado a todo lo material y no a los valores. “Cuando el poder del amor sea más fuerte que el amor al poder, el mundo conocerá la paz” (Jimmy Hendrix)
